En Chile, la violencia en los entornos laborales es un desafío que ha cobrado mayor visibilidad en los últimos años. Más allá de los casos evidentes, muchas situaciones de acoso laboral o maltrato se manifiestan de forma sutil, sostenida y muchas veces naturalizada.
Estas prácticas no solo deterioran el clima organizacional, sino que también afectan directamente la salud mental en el trabajo, reducen la productividad y rompen la confianza en las relaciones laborales.
Hoy, más que nunca, avanzar hacia entornos laborales seguros y libres de violencia requiere una mirada integral: prevención, investigación y sanción. Reconocer las señales tempranas es un primer paso clave:
Cuando una persona es dejada fuera de decisiones importantes, no es invitada a reuniones o se le priva de información clave, podríamos estar frente a una forma encubierta de violencia y acoso. Este tipo de situación laboral afecta la autoestima, debilita el sentido de pertenencia y amenaza o perjudica el desempeño profesional.
El feedback es esencial para crecer. Pero cuando se transforma en ataques personales, sarcasmo o humillaciones frente al equipo, ya no hablamos de retroalimentación: hablamos de una forma directa de violencia en el trabajo, que puede generar daños duraderos en la salud mental en el trabajo.
Asignar tareas de forma desigual o exigir entregas imposibles sin apoyo puede constituir una forma de acoso laboral, especialmente si la práctica se repite. Estos casos deberían ser materia de investigación interna y, si corresponde, derivar en alguna medida disciplinaria o plan de mejora.
No hay margen de interpretación: levantar la voz, usar insultos o ejercer presión psicológica constituye violencia laboral en Chile. Las empresas deben contar con un protocolo de prevención claro y canales de denuncias accesibles para abordar este tipo de conflictos de forma rápida y respetuosa.
Cuando se omiten logros, se niega el mérito o se adjudican los resultados a otros, también se configura un patrón de maltrato. Esta invisibilización no solo erosiona el vínculo con la empresa, sino que impacta el bienestar general del equipo y obstaculiza el desarrollo laboral o sus oportunidades.
Desde la aprobación de la Ley Karin en agosto de 2024, se ha generado un marco más claro para abordar y sancionar el acoso laboral y la violencia en el trabajo. A casi un año de su entrada en vigencia, la Dirección del Trabajo ha recibido 44.212 denuncias por violencia laboral, de las cuales el 42 % están directamente vinculadas a la ley.
Estos datos revelan una problemática estructural y transversal. Las regiones con más casos son Metropolitana, Valparaíso, La Araucanía y Coquimbo, y los sectores más afectados: comercio, enseñanza y hotelería. Si bien el 44 % de las denuncias ingresó por vía digital, el desafío sigue siendo garantizar canales accesibles y confidenciales, además de un seguimiento riguroso por parte de cada organismo administrador involucrado.
En el 21,3 % de las fiscalizaciones cerradas, se constató una vulneración efectiva. Esto demuestra que aún queda mucho por hacer en materia de prevención, atención psicológica y sanción, y que la violencia no puede seguir siendo parte de la normalidad en el trabajo.
El camino hacia un entorno libre de violencia no empieza solo en el equipo de Recursos Humanos, comienza en el liderazgo y se sostiene en una cultura de respeto diario. Algunas acciones clave son:
Desde Talana, apoyamos a las empresas que buscan construir ambientes laborales más seguros y humanos, con herramientas concretas que permiten detectar riesgos, actuar a tiempo y fomentar una cultura de prevención:
Creemos que la tecnología debe ser una aliada estratégica en la construcción de culturas más sanas, más justas y más resilientes.