El teléfono celular puede ser una potente herramienta de trabajo que aporta a la productividad de una empresa. La decisión de transformar el celular en aliado o dejarlo fuera del ámbito laboral, depende exclusivamente de los líderes de la organización.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, a diciembre de 2018 existían en nuestro país 27.978.240 números de telefonía móvil, aproximadamente un millón más que en diciembre de 2017, ¿se imaginan cuántos deben haber ahora, en el 2022?
Es altamente probable (por no decir 100%) que una persona en edad de trabajar cuenta con uno de estos dispositivos, con conexión a internet y que está durante todo el día mandando memes por instagram, organizándose por whatsapp, pasando el rato en Tik Tok, y pidiendo un Uber para llegar más rápido a la casa.
Si pensamos en todo lo anterior, el teléfono celular puede ser fácilmente una tentadora “ventana” hacia la vida social del empleado durante la jornada laboral, afectando su concentración en las tareas asignadas, con la consecuente disminución de su productividad.
Para evitar que eso ocurra, las empresas pueden normar (nunca prohibir), generando políticas de buenas prácticas en su uso. Porque también es importante tener presente que el teléfono es un puente con su vida personal y que, cortarlo, también puede redundar en su desempeño.
Todo avance tecnológico tiene muchos pros y también muchos contras; y la clave para sacarle el mejor provecho es enfocarnos más en los primeros, sin perder de vista los segundos.
En este sentido, es importante estar conscientes de la capacidad distractora de un teléfono móvil en el trabajo, pero es fundamental tener la visión para detectar las oportunidades de productividad que un trabajador puede tener, literalmente, en la palma de su mano.
Si tenemos en consideración que las funcionalidades básicas de cualquier smartphone (teléfono, email, mensajería instantánea, etc), nos permiten conectar entre la empresa y un trabajador que hace algunos años, eran impensadas pero hoy, especialmente después de la pandemia, es parte del día a día.
Cuando se masificó el uso de los “teléfonos inteligentes”, Whatsapp se convirtió en la plataforma de comunicación de uso común masiva, e intuitivamente también se transformó en una herramienta colaborativa de trabajo. Bastante básica quizás, pero también muy útil.
Los distintos equipos de trabajo creaban grupos en Whatsapp para coordinarse, compartir contenido y ponerse en contacto con otros trabajadores, aprovechando la instantaneidad (hoy, muchos años después del lanzamiento de Whatsapp tenemos Teams, Slack, Google meet, Telegram y cuánta plataforma se nos ocurra para hablar de manera instantánea).
Otro ejemplo claro para las empresas, es el uso de las herramientas de georreferenciación que tienen los dispositivos móviles en los que se sustentan a distintos negocios logísticos, evitando invertir demasiado dinero en infraestructura.
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En resumen, cuando un empleador ve a un trabajador manipulando su teléfono móvil, puede pensar que está perdiendo el tiempo o suponer que está desempeñando su trabajo desde otra plataforma. Cada uno ve lo que quiere ver, ¿qué opinan?